“Aprendemos, enseñamos, conocemos con nuestro cuerpo entero. Con los sentimientos, con las emociones, con los deseos, con los miedos, con las dudas, con la pasión y también con la razón crítica, jamás sólo con ésta última”

Paolo Freire, 1993


domingo, 23 de febrero de 2014

LA BEBIDA DEL SÉPTIMO ENANITO

          Y llegaron los inquilinos que habitaban la casa que había estado curioseando Blancanieves, esa casa tan peculiar que descubrimos la semana pasada en la que todo era del tamaño de un niño. Se trataba de siete enanitos que trabajaban en una mina y que a pesar de ser ricos porque poseían ya muchas piedras preciosas, zafiros y rubíes, acudían diariamente a su trabajo. Cuando entraron en su casa descubrieron que alguien había entrado allí, pues habían encontrado pistas que daba fe de ellos, un libro colocado en otro lugar, unas zapatillas desaparecidas, un trozo de empanada mordido...¡Y una niña acostada en la cama del séptimo enanito! Cuando estaban a punto de despertarla para pedirle explicaciones, se dieron cuenta de que la niña tenían los pies llenos de rasguños, entonces pensaron que alguien le habría querido hacer daño y decidieron dejarla dormir y al día siguiente hablarían con ella. Después se dispusieron a cenar, pero se dieron cuenta de que la botella de uno de los enanitos estaba vacía, no tenía agua, mientras que los demás la tenían hasta arriba. Lanzamos este problema a los niños y niñas y la primera solución que daban es que fueran al grifo a llenarla (¡qué trabajito les cuesta compartir), pero les dijimos que a partir de una determinada hora, cerraban la llave de paso y ya no había agua del grifo, entonces dijeron que uno de los enanitos compartiera con él, así comenzaron los trasvases de agua. Después del primer trasvase vimos que ahora había 5 botellas que tenían mucha agua y 2 que tenían mucho menos, entonces propusieron que otro enanito compartieran con los dos que tenían menos. De esta manera no conseguimos que todos tuvieran la misma cantidad de agua, así que desandamos el camino y comenzamos de nuevo, poniendo en práctica la propuesta de que todos tenían que compartir un poco para intentar que todos tuvieran la misma cantidad de agua. Claro, empezamos de nuevo con los trasvases ayudándonos de un embudo, pero era complicado, porque lo realizamos a "ojo de buen cubero" y claro, seguía sin quedarnos exactamente la misma cantidad de agua en todas las botellas. A nuestra compañera Ana se le ocurrió que podíamos utilizar el metro para medir la altura del agua, entonces estuvimos averiguando cómo se podía medir, y así conseguimos un resultado con el que todos estábamos de acuerdo.
          Posteriormente estuvimos hablando de otras situaciones en las que podemos utilizar el metro y lo incorporamos como otro recurso más de nuestra aula, para utilizarlo en cualquier experiencia que estimemos oportuna.
 




 

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