“Aprendemos, enseñamos, conocemos con nuestro cuerpo entero. Con los sentimientos, con las emociones, con los deseos, con los miedos, con las dudas, con la pasión y también con la razón crítica, jamás sólo con ésta última”

Paolo Freire, 1993


sábado, 4 de febrero de 2017

HACIENDO LIMONADA

          Como ya sabéis nuestros niños y niñas tienen sus bolsillos cargados de historias, historias que nos motivan, nos contagian e impregnan el día de un aire diferente. Una mañana, dos compañeros nuestros, Isaac y Ainhoa, traían un limón cada uno para mostrarnos. Los compañeros comenzaron a dar ideas de qué podíamos hacer con ellos, siempre pidiendo permiso a las personas que aportan el material (acuerdo que ha emergido en nuestra aula, como muchos otros que tenemos recogidos y que nos ayudan a convivir los unos con los otros), ideas como hacerlos rodar, jugar a hacer malabares como en el circo o hacer limonada. ésta última les llamó mucho la atención y decidieron tirar para delante con la propuesta.

          Con sólo dos limones, un poco de azúcar que aportaron Rocío y Alejandra, la batidora de la seño (ellos me dijeron que la tenía que traer) y mucha ilusión nos dispusimos a preparar la limonada para bebérnosla en nuestro vaso preferido. Pero al comenzar empezaron a surgir problemas a los que fuimos dando solución sobre la marcha:

- Hay que quitarle las pepitas a los limones.
- También hay que quitarle la cáscara porque no se come.
- Tenemos que echarle poca azúcar, porque el azúcar pica

             Así María y Ainhoa metieron los limones en la jarra y los trituramos en la batidora con un poco de azúcar. La seño y Santiago se ofrecieron a probarla, pero estaba un poco fuerte, a lo que respondieron que era por el azúcar, sin embargo probamos unos granitos de azúcar y, ni estaba mala ni picaba, sino que estaba dulce. Así que acordamos echar más azúcar, volvimos a probar y la cosa ya estaba mejor.
















             Pero Daniela miraba la limonada un poco extrañada y decía que con la batidora de las naranjas que tenía su madre salía el zumo mucho mejor, Santiago dijo que su madre también la tenía y Lola hablaba de la de su abuela. Yo les enseñé mi batidora de naranjas y me dijeron que era esa de la que hablaban y  les dije que yo le llamaba exprimidor. Probamos con el exprimidor y había compañeros que estaban más conformes con el resultado y que se aventuraron a decir las ventajas que tendríamos al usar el exprimidor en vez de la batidora. La limonada en el exprimidor se hace más rápido porque:

- No hay que quitarle la cáscara a los limones.
- Las pepitas saltan solas.
- Sólo hay que "espachurrar" el limón para abajo.

            Eligiendo ya nuestro utensilio comenzamos a exprimir los limones. Ainhoa había traído 6 limones más y la seño 3 (los 2 que teníamos al principio los habíamos gastado en las pruebas). Teníamos en total 9 limones y también le echamos un vaso de agua, ya que ellos aseguraban que la limonada se hacía así, pero sólo pudimos llenar tres vasos. Al final repartimos toda la limonada para al menos poder probar todos y todas cómo había quedado, incluso hicimos un brindis.














            Pero nos quedamos con ganas de más, por lo que decidimos hacer nuestros cálculos para ver cuántos limones necesitábamos, lo que teníamos claro es que había que traer muchos más. Planteamos la situación de manera manipulativa, utilizando nueve pelotas amarillas a modo de limones y los 3 vasos que conseguimos llenar, de tal manera que fueron colocando el mismo número de limones en cada vaso, siendo necesario que cada uno aportara 3 limones para su limonada.






             Decidimos pedir ayuda a las familias que como siempre acudieron gustosamente. Agradecer a David y Merchi, papá y mamá de Daniela y María José, mamá de nuestra María José por su colaboración.
             Les contamos en primer lugar el porqué de los 3 limones, cómo habíamos hecho los cálculos, a algunos se les había olvidado por lo que Nayra se ofreció a plasmarlo. Lo que no habíamos acordado era la cantidad de azúcar ¿Cómo  se mide el azúcar? La  mamá de María José nos dijo que podíamos hacerlo con cucharadas, así que estimamos que echaríamos 1 vaso de agua y 3 cucharadas de azúcar.   






             Nos pusimos manos a la obra y nos doistribuimos en tres grupos. El resultado fue que estaba un poco fuerte y la estrategia que usamos los adultos (familia y maestra) fue el ensayo-error, es decir, que íbamos echando y probando, llegando a utilizar en cada grupo 3 vasos de agua y 10 cucharadas de azúcar para rebajar la acidez del limón.











           Por supuesto, no faltó el brindis ¡Por lo aventureros y aventureras de 3 años B y por nuestras familias!




          Esta experiencia es una manera de poner de manifiesto que la actividad matemática no es un saber intrínsecamente unido a la actividad escolar, sino que está presente en nuestra vida cotidiana. Haciendo limonada hemos estado estimando cantidades, repartiendo, comparando, midiendo, elaborando hipótesis, sacando conclusiones...en definitiva, construyendo conocimiento de una manera divertida. Experiencias como ésta ocurren a diario, pero es imposible contarlas todas,  a veces son más puntuales y otras se prolongan más en el tiempo, lo que está claro que en todas ellas nuestro deber es hacer conscientes a los niños y niñas de su propio aprendizaje    

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